Las escuelas, las universidades, las capacitaciones permanentes deben ser un espacio en el que las discusiones profundas sobre el enseñar, el aprender y el pensar sean una parte fundamental de las prácticas docentes; proporcionando la base para nutrir el pensamiento y el aprendizaje del alumnado. En numerosas ocasiones se pide a los estudiantes que piensen, “pero” ¿a qué nos referimos con pensar? Es justamente lo que se debería explicitar en el aula. Ritchhart, Churh, Morrison (2014) han desarrollado numerosas rutinas de pensamiento; estos autores entienden por rutinas a los andamiajes naturales que operan como estructuras que ayudan a promover las discusiones en grupo y que llevan a los estudiantes a niveles más altos de pensamiento. Las rutinas no están diseñadas para alcanzar una única respuesta, sino para reconocer el pensamiento emergente de los estudiantes. Así el aprendizaje no es “absorber ideas” sino que se trata de reconocer las propias como punto de partida, entonces el aprendizaje implica relacionar las nuevas ideas con el propio pensamiento. Desde esta perspectiva, para que los estudiantes aprendan y comprendan es necesario: I. Crear oportunidades para pensar y II. Hacer visible el pensamiento de los estudiantes. Perkins (1995) afirma que “El aprendizaje es una consecuencia del pensamiento”. Para estos autores existen tipos de pensamientos que son particularmente útiles cuando estamos tratando de comprender nuevos conceptos e ideas: 1. Observar de cerca y decir que hay ahí, 2. construir explicaciones e interpretaciones. 3, razonar con evidencia, 4. Establecer conexiones, 5. Tener en cuenta diferentes puntos de vista y perspectivas, 6. Captar lo esencial y llegar a conclusiones, 7. Preguntarse y hacer preguntas, 8. Reconocer la complejidad e ir más allá de la superficie.
Implementación del taller de cuatro semanas a través de una plataforma virtual, con actividades sincrónicas y aasincrónicas. Vamos por la 2da edición.
Convenio de investigación y desarrollo colaborativa